Queremos compartir con Uds. la historia de nuestro hijo Mariano, de 2 años de edad.
Nuestro hijito, luego de un embarazo esplendido, sin haberse detectado nada durante el mismo, nació con “Agenesia de pie derecho”. Cuando nos lo comunicaron no podíamos entender que había sucedido, ¿por qué?, ¿en qué nos equivocamos?, ¿qué habíamos hecho mal? ¿Qué había pasado dentro de la panza sin que nos percatáramos de eso? Uno no se imagina a ningún niño sin un pie, y menos su propio hijo.
Esa noche pensamos desde que zapatito le pondríamos hasta las cuestiones existenciales más profundas, concluyendo en que esa agenesia era un signo de amor, que eso nos mantendría unidos como familia. La falta de su pié nos fortaleció.
Una vez que nos dieron el alta empezamos a peregrinar por varios médicos y traumatólogos buscando no una respuesta, pero si una solución para nuestro hijo. Obtuvimos todo tipo de respuestas, sobre todo negativas, en cuanto a que Mariano debía aprender a caminar y luego pensar en cuestiones “estéticas”. Que tampoco requería de fisioterapia, ya que todos sus músculos estaban atrofiados. Nosotros somos salteños, y nos fuimos hasta Buenos Aires a buscar una respuesta, pero no la encontramos.
Providencialmente, y después de un peregrinar, nos encontramos con la Lic. Adriana Berardo, una fisioterapeuta que nos dio esperanza explicándonos que si no se estimulaban sus músculos si se atrofiarían. Sobre todo teníamos que trabajar su articulación y cuidar su cadera y columna, y fue ella quien nos insistió con que nuestro hijo necesitaba estar equipado.
Gracias a Dios y a la ayuda de muchas personas llegamos a Mónica Sibila, quien con toda generosidad, compromiso y diligencia tomó el molde para una prótesis y la produjo. Gracias a su intervención nuestro hijito caminó al año y tres meses, como cualquier niño que cuenta con sus dos pies.
Hoy Marianito tiene dos años, camina, corre, salta, juega a la pelota, se trepa a los peloteros y si bien nos queda un largo camino por recorrer y desafíos que superar, no podemos dejar de agradecer a Mónica Sibila, a la dulce Pía Angarami y a todo el Equipo de la Ortopedia, no solo por el trabajo técnico, sino por su compromiso, contención y animosidad.
Solamente queremos dejar un mensaje de amor y esperanza.
Muchas gracias,
Carolina Gomez Bello
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